UNA ADMIRABLE MUJER POLICÍA:
MI TÍA


por

Edgar Lopategui Corsino
(su sobrino)

        Hoy recuerdo con añoranza a “titi Nenei”, muy apreciada por todos aquellos que la conocieron.  Mi tía fue una mujer dedicada a su trabajo, educando a los confinados y decidida a erradicar la delincuencia juvenil en Puerto Rico. Nereida Corsino Meléndez alcanzó el rango de Teniente 1 durante sus más de 20 años en la policía del Estado Libre Asociado de Puerto Rico.  “Titi Nenei” se casó con su profesión y su último deseo fue que al morir su féretro fuese de blanco, pues habría de representar sus nupcias con el gran poderoso, DIOS.  Así, pues, se cumplió su anhelo, y el día 29 de diciembre de 2011 entregó su alma al cielo, vestida de blanco.  Este ser maravilloso nació el 28 de marzo de 1929, en el pueblo de Naguabo.  Disfrutó su infancia en su hogar frente a la playa de Naguabo, junto a sus restantes diez hermanos, y hermanas, donde se encontraba mi madre, María. Tuvo a su haber una excelente educación espiritual y moral en esta acogedora casa, situada en la playa de Naguabo.

        A principios de la década de los años cincuenta, estudió en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras un grado Asociado, antes conocido con el nombre de “normal”, con concentración en Pedagogía. Realizó su práctica docente con los confinados en las prisiones de Puerto Rico.  Con miras de servir mejor a su país y a la sociedad, ingresó a la Academia de la Policía de Puerto Rico, localizada en el pueblo de Gurabo.  De esta institución, se graduó con altos honores en mayo del 1957.  A penas yo tenía seis meses de edad para esa época.  Con orgullo, puedo afirmar que mi tía se considera la segunda mujer policía instalada en la historia de la Policía de Puerto Rico.  A principios de su carrera ocupacional en la Policía de Puerto Rico, trabajó en la región de Rio Piedras.  Por un tiempo, fue residente de este sector, específicamente en la calle Robles, la cual se encuentra en el  “casco” de este poblado.  Con gratos recuerdos, mi madre me llevaba a visitar a su hermana en este clásico poblado. “Titi Nenei”, siempre me obsequiaba con su cariño.

        Posteriormente, fue trasladada al Cuartel General de Policía, ubicado en el pueblo de Caguas, donde fue asignada a la División de Asuntos de la Juventud.  Mi tía se dedicaba a orientar y ayudar a los adolescentes que contaban con problemas para adaptarse apropiadamente en la sociedad puertorriqueña, tal como los desertores escolares.  Además, participó en diversas actividades cívicas en los planteles escolares públicos de Puerto Rico.

        En las instancias que yo más necesitaba ayuda, mi tía estaba presente.  En el 1981, durante mis estudios de maestría en el estado de New York, confronté dificultades con el pago de matrícula en mi primer año posgraduado.  Pero un ángel dadivoso, “titi Nenei”, cooperó económicamente para que mi estadía académica continuara exitosamente.  En el 1983 fue mi graduación, la cual se la dedico a mi tía.  Puedo asegurar que su labor caritativa continua en la cúspide celestial, posiblemente ayudando aquellos ángeles jóvenes que requieran asistencia espiritual.  Así, pues, al recordar a mi tía, mi corazón se transforma en un manantial de lágrimas, que al caer al suelo, concibe a la flor más hermosa de este cosmos,
sí, a “titi Nenei”.